lunes, 14 de diciembre de 2015

Fin del trimestre en Beirut

¡Ya están aquí las Navidades!

No es que yo sea fan de este momento del año, pero en este caso suponen un punto de inflexión en nuestra estancia aquí. Durante tres semanas nos volvemos a los Madriles y las sensaciones son un poco raras, por una parte ansia de volver, por otra parte, ahora que empezaba a hacerme a vivir aquí...

Durante todo este tiempo he podido vivir un ajuste paulatino a lo que encontré al llegar, he comprendido que algunas de las cosas que más me chocaban e incluso me resultan irritantes, son producto, también, de la adaptación de la gente a las condiciones de vida que hay en este país. Por ejemplo:

- lo de ir con las luces largas encendidas en los coches todo el tiempo. Pues no creo que sea por fastidiar al prójimo. Simplemente es porque no hay alumbrado público nocturno (o si le hay, está apagado debido a los cortes de la luz). Así que de noche, en según que zonas, no se ve ni para toser, de modo que hay que tirar de las largas si no quieres estamparte contra un pino.

- lo de gente caminando por las autopistas y calles, no se trata de kamikazes por gusto, es que no hay otro sitio por dónde ir o cruzar (faltan pasarelas que permitan a los peatones ir de un lado a otro). En las calles, muchas veces sí hay aceras, pero están cubiertas de coches mal aparcados y no se puede caminar por ellas, o están destrozadas por obras de edificios y no las han reparado una vez terminados.

He podido ver también sitios preciosos, como el Chouf, Edhen y el valle de Qadisha, la bahía de Jounieh (léase Yuní) o la ciudad de Trablus y lugares muy significativos, como el museo de la resistencia libanesa en Mleeta

Trablus, o sea, Trípoli.


Paseando por La Corniche de Beirut


También he podido comprobar la miserable vida que se ven obligados a llevar los refugiados sirios, cómo son explotados hasta la nausea en empleos semiesclavos y cómo muchas crías adolescentes se ven forzadas a ofrecer sexo a cambio de comida, alrededor de los supermercados donde compran las buenas familias, aunque a veces lo que reciben es una paliza por reclamar su parte. Por no citar el lugar de la masacre de noviembre, en pleno campo palestino de Burj al Barajneh, lugar donde la gente muere electrocutada al andar por las calles, a causa de los cables de luz que cuelgan por todas partes, como telas de araña que en cuanto llueven cuatro gotas, ya pegan con toda la potencia.

Sobre todo he conocido a la gente cuyos peques ayudo a escolarizar. Gente de Kobane, de Raqqa, de Mosul y del mismo Líbano, gente con unas vivencias atroces, con su historia personal quebrada por culpa de una guerra infame que no tiene visos de acabar.

Por ese motivo pido que se pare la guerra ya.

Después arreglamos todo lo que haya que arreglar...