viernes, 31 de enero de 2014

Chicos egipcios

Dos fotografías, de la segunda mitad del siglo XIX, de un bailarín egipcio, hechas por Hippolyte Delie y Emile Béchard, que tenían un estudio en la zona de los jardines de Ezbekia, en El Cairo, en torno a 1870, muy conocidos por los trabajos que presentaron en la Exposición Universal de 1879 de París.

Estas fotos forman parte de la colección Ken and Jenny Jacobson Orientalist Photography Collection.

La primera de ellas está catalogada como Retrato de un bailarín ( ? ) con traje femenino. El reverso de la foto dice: AU JARDIN DE L' ESBEKIEH. H. Delie y E. Béchard CAIRE EGYPTE "& "LES CLICHES SONT .



La segunda foto parece ser del mismo bailarín y se cataloga como Bailarín junto a un Diván



Estas fotos materializan la descripción de los bailarines en Egipto hecha por Sophia Lane Poole (1804-1891, orientalista británica, que residió en Egipto y aportó una visión feminista de la esa sociedad en la que vivió en la década de 1840), quien escribió lo siguiente de estos chicos:

[...] "Llevan un chaleco apretado con una especie de enagua suelta, formando una mezcla de indumentaria masculina y femenina, y tienen el pelo largo en la mayoría de los casos, que cae por la espalda formando numerosas trenzas adornadas con pequeñas cuentas de oro brillante, llamadas safa, similares a las usadas ​​por las egipcias de clase media y alta, tocan castañuelas de bronce, y su baile es, en general, similar al de las ghawazee, o bailarinas callejeras... "

Llama la atención, además de toda la cacharrería que llevan encima, que usan esa especie de enagua de tela blanca, cuya presencia es constante en las imágenes de danza de esa época y que luego, a principios del siglo XX, desaparece de la vestimenta.

Gracias a la Academia de danza Priscilla Adum de Costa Rica por publicarlas.

miércoles, 29 de enero de 2014

La cueva de Coimbre, Asturias

Si a alguien le gusta el Paleolítico, necesariamente debe darse un garbeo por la Cornisa Cantábrica, porque no sólo de las grandes cuevas hay documentación arqueológica, sino que en cualquier rinconcito pueden localizarse yacimientos, normalmente tan espectaculares como desconocidos. Todos ellos tienen una característica común: los emplazamientos, normalmente impresionantes, sobre todo los que están situados en la zona de alta montaña.

Este es el caso de la Cueva de Coimbre (o de las Brujas, que ya comentaremos...), situada entre las localidades de Besnes y Niserias, del concejo de Peñamellera Alta asturiano:


La boca de la cueva está orientada al sur-suroeste, de forma que recibe sol prácticamente todo el día, y se abre en la ladera del monte Pendendo, a 33 metros de altura sobre el cauce del rio Besnes, muy cerca ya de su desembocadura en el muy conocido río Cares. O sea, que hablamos de la zona de Picos de Europa.

La cueva se conoce desde hace un montón de tiempo, ya que, como sucede en muchísimas otras, se venía usando su sedimento para labores agrícolas (es muy rico en materia orgánica el suelo de las bocas de las cuevas), pero no es hasta 1971 cuando se localizan los grabados rupestres y se realiza la primera inspección espeleológica de la cavidad.

Tal como definió el profesor e investigador Dr. D. Joaquín González Echegaray (que son palabras mayores...) hace ya algún tiempo, en la Cornisa Cantábrica encontramos yacimientos paleolíticos diferenciados según tres zonas diferentes del territorio:

1. yacimientos próximos a la actual línea de costa, normalmente especializados en los recursos marinos (llenos de conchas de Patella e instrumentos propios de la pesca, como arpones de hueso)

2. yacimientos en los valles medios, entre la alta montaña y la costa. Suelen ser grandes cuevas, como Altamira o Castillo, lugares que funcionaron como centros de reunión y hábitat, a juzgar por la variedad, abundancia y continuidad de restos que aparecen en ellos. Suelen albergar también los mejores ejemplos de arte rupestre.

3. yacimientos situados en la zona de alta montaña, que en su momento no estaban cubiertos por glaciares. Suelen evidenciarse como puestos de caza, tanto por el emplazamiento, que domina una buena zona visual con un cauce de agua cercano, como por los materiales que se obtiene de ellos (restos óseos de cápridos e instrumentos propios de caza, como azagayas y varillas de hueso o piezas cortantes líticas) y es en este grupo donde debemos situar la cueva de Coimbre.

Ciertamente hasta 2008 no se le hace mucho caso, pero en esa fecha se inicia un proyecto de investigación, que ha venido a concluir las siguientes cuestiones:



  1. La ocupación de la cueva corresponde al periodo conocido como Magdaleniense Superior-Final, o sea, entre el 13.000 - 12.000 BP, conclusión a la que se llega tras analizar las diferentes piezas de industria ósea (sobre las materias duras de origen animal) y industria lítica (hechas sobre piedra) y compararlas con yacimientos ya datados.
  2. Se ha obtenido una importante cantidad de restos óseos de la fauna propia de ese momento: uros, caballos, corzos, rebecos, jabalíes, siendo los más abundantes el ciervo y la cabra. Además, hay presencia de microfauna (ratones y conejos) aves y peces. En muchos de esos huesos hay huellas de descarnado y marcas de percusión para obtener tuétano (o sea, se han aprovechado como alimento y materia prima energética)
  3. Además de un espacio económico, la cueva alberga manifestaciones artísticas, siempre relacionadas con un modo de pensamiento simbólico más allá de la supervivencia.


Las representaciones rupestres son grabados (no pinturas, que no se han encontrado aún) repartidos en cinco conjuntos a lo largo de las paredes de la cueva. De ellos, el más llamativo es el gran bisonte que se encuentra en la sala principal. Hay un primer conjunto, a la entrada, que se ilumina directamente con luz natural; un segundo conjunto que recibe luz según el momento del día y la estación del año (donde está el gran bisonte) y el resto se halla en la zona de penumbra, al interior de la cueva. Se trata de figuras de animales y signos, hechos con trazo fino.


Igualmente la excavación ha proporcionado piezas de industria ósea decorada y de arte mueble (en forma de objetos de adorno colgantes, hechos sobre conchas y cuentas de hueso perforadas), de las que no tengo imagen.

Para saber más:

David ÁLVAREZ-ALONSO, José YRAVEDRA, Álvaro ARRIZABALAGA, Jesús F. JORDA PARDO y Nemesio HEREDIA (2009): La Cueva de Coimbre (Peñamellera Alta, Asturias,España): su yacimiento arqueológico y su santuario rupestre. Un estado de la cuestión en 2008. MUNIBE (Antropologia-Arkeologia), nº 60, pp. 139-155

martes, 28 de enero de 2014

El Palacio de Aldovea, San Fernando de Henares, Madrid.

En esto de la Arqueología pasan cosas curiosas...

Gracias a ella, he podido conocer sitios, a veces hermosos, a veces terribles y te das cuenta de que se pone sobre la mesa la calidad humana de quienes participan en las excavaciones. También sucede que, a veces, olvidas esos lugares, pero da la cochina casualidad de que, en un momento determinado te viene a la mente el sitio y poco después, una serie de TV te pone delante de la nariz ese sitio y plafff, pues entrada al canto para el blog. Este ha sido el caso del capítulo 16 (175) llamado Cadena de favores, temporada 11 de la serie El Comisario, rodada una parte en uno de esos sitios olvidados (sale hacia el final).

Se trata del Palacio de Aldovea, en la localidad de San Fernando de Henares, un sitio que apenas es conocido en la Comunidad de Madrid, a pesar de que ahora mismo está habilitado para celebrar eventos sociales (y me temo que no por un módico precio...). Hay que llegar atravesando Torrejón de Ardoz, por la carretera de Loeches y desviándose por el camino del Castillo:


El palacio de Aldovea tiene el aspecto característico de muchas edificaciones madrileñas: una planta más o menos cuadrada con torres destacadas en las cuatro esquinas, fachadas y muros de ladrillo visto y granito, una portada principal con escudo nobiliario y un gran patio central al que dan los diversos espacios interiores (escalinata y dependencias varias).

Claro que este parrafillo anterior es una manera muy burda de simplificar todo un proceso de construcción histórico que arranca en el siglo XVI, cuando empieza a aparecer citado el edificio en las fuentes escritas, sobre todo relacionándolo con el arzobispado de Toledo, entonces propietario del terreno donde se asienta el palacio, el soto de Aldovea, a orillas del río Henares y las rentas que de ahí obtenían (de la hierba -para ganado y mimbres-, la leña y la caza que proporcionaba).


El nombre, Aldovea, ha llevado a pensar erróneamente que su construcción se realizó sobre un edificio islámico anterior, cuestión no sería 100% descartable, pero que ni las fuentes documentales ni las arqueológicas confirman de ninguna manera.

La palabra Aldovea vendría derivada de la palabra aldehuela (del árabe andalusí aḍḍáy‘a, la villa, y este del clásico adḍay‘ah الضيعة) pero nada más.

Sí, en cambio, está probado que tanto en el alzado como en la planta se puede determinar la estructura de una casa fortificada, de cronología bajomedieval, s. XV, que posteriormente se modifica para adaptarla a un uso productivo y recreativo. Así se describe un documento de 1501: casa fuerte, cercada de su muralla y cuatro cubos en cada esquina. En 1518 además citan de ella: está a dos leguas de Alcalá ribera de Henares, en un soto donde hay conejos y no tiene armas ni guarnición.

Además del edificio palaciego, hay caballerizas y espacios de servicio (como sótanos, en los que se alberga una bodega y un aljibe) porque el destino final de la edificación fue servir de residencia al cardenal de Toledo las veces que visitaba el soto, que hasta 1802 fueron muchas. En esa fecha, Godoy se lo compra a su cuñado, el arzobispo Luis de Vallabriga y en 1804 se vende a la casa real, en cuyas manos permaneció hasta 1869, fecha en que se vuelve a vender en cumplimiento de la Ley de Desamortización. Es curioso comprobar en la documentación que durante esa etapa (1804/1869) se contrató a dos personas (Joaquín del Álamo y Félix Valdés) para mejorar la explotación de la finca: se pusieron regadíos con estanques y norias, se roturaron y cultivaron tierras baldías y se plantaron árboles y se dio trabajo a más de 100 familias del entorno.


Desde el lado sur se desciende a la huerta y a los jardines, mediante esa escalera de la imagen.

Durante la Guerra Civil, el Palacio sirvió de cuartel general al general Miaja, encargado del frente del Jarama.


Escudo del infante Luis Antonio de Borbón y Farnesio, hermano de Carlos III, uno de los señores del palacio, como cardenal administrador de los arzobispados de Toledo y Sevilla. Pero no hizo mucho caso del edificio, que terminó el siglo XVIII muy deteriorado...


Para saber más:

El Castillo-Palacio de Aldovea, Julio Escalona Monge, María Luisa Menéndez Robles, Francisco Reyes Téllez. Jornadas sobre el Real Sitio de San Fernando y la Industria en el siglo XVIII: 18 y 19 de octubre de 1996. Parque empresarial de San Fernando, 1997, págs. 325-346.

La casa palacio del Soto de Aldovea: estudio histórico artístico, África Martínez Medina, Ana Isabel Suárez Perales. Anales del Instituto de Estudios Madrileños,  Nº. 29, 1990, págs. 75-106.

Intervenciones arqueológicas en el Real Sitio de Aldovea (San Fernando de Henares, Madrid), María Luisa Menéndez Robles, Julio Escalona Monge, Francisco Reyes. Bolskan: Revista de arqueología del Instituto de Estudios Altoaragoneses, Nº 21, 2004 (Ejemplar dedicado a: XXII Congreso Nacional de Arqueología. IV Edad media/Varia), págs. 155-170.

El despoblado de Baezuela, el soto de Aldovea y el mayorazgo de los Mendoza complutenses en los comienzos del siglo XIX, Luis Miguel de Diego Pareja. Anales Complutenses, Nº. 19, 2007, págs. 259-273.

jueves, 9 de enero de 2014

El poder de la Alhambra

Ir pillando entradas para la exposición


Dentro de las actividades organizadas para la celebración del Primer Milenio del Reino de Granada (1013-1023), esta exposición pretende mostrar los logros alcanzados en al Andalus, analizando la evolución de sus múltiples manifestaciones artísticas, científicas y culturales y señalando los contactos que unifican y aprecian el occidente islámico, sin olvidar el rico legado que aportó a los territorios cristianos, brutalmente despreciado unos pocos años después.

La elección de la Alhambra como centro de esta exposición permite que todo el recinto monumental se convierta en contenedor y, a su vez, en el objeto más preciado de la muestra, constituyendo, básicamente, el punto inicial y final de un recorrido estético, histórico y cultural que va desde la conformación de Granada como entidad política independiente del califato de Córdoba (ca. 1013) hasta la aniquilación del reino nazarí (1492).

Nazarí viene de la castellanización del nombre de la familia Banu Nasr, procedentes de Zaragoza, uno de cuyos miembros, Mohamed ibn Nasr se proclamó señor de Arjona (Jaén) y de ahí comenzó su expansión por el sur peninsular, una vez derrotados los almohades en Las Navas de Tolosa. Mohamed era conocido como al ahmar, el rojo, por el color de su barba y fue el que inicia la construcción de una fortaleza, en origen puramente militar, en el monte de al lado del Albaicín...