martes, 10 de enero de 2017

Hoy me han echado de una iglesia

Si, exactamente de la iglesia-catedral de San Nicolás en Saida (Sidón, para la tradición occidental). Hoy nos ha tocado ir por esa ciudad y aprovechando que hacía un día precioso, hemos dado una vuelta por el casco antiguo que es Patrimonio de la Humanidad.


No es la primera vez que me echan de una iglesia, que conste, ya me pasó en varias ocasiones a eso de los 7 años porque me aburría como un hongo cuando me llevaban a misa y me ponía a bailar flamenco, con grave escándalo de los asistentes, del celebrante y de mi pobre abuela Concha, a la que le daban unos soponcios enormes que yo no acertaba a comprender...

Esta iglesia de San Nicolás de Saida se construyó en el siglo XV para servir como sede del arzobispado bizantino de Antioquía, culto cristiano oriental que se remonta al siglo VII. Tiene la cúpula más grande de la ciudad y el altar data de la época de los mamelucos, oculto por un iconostásis levantado en el siglo XVIII. En 1819 la iglesia se dividió en dos partes: una para la comunidad ortodoxa griega y otra para los católicos melquitas. En la entrada de la parte ortodoxa griego hay una capilla muy pequeña dedicada a los santos Pedro y Pablo, que según la tradición fue el lugar de un encuentro entre estos dos santos (alrededor del año 58 d.C.) Justo en este sitio han empezado los problemas...

Para llegar a la iglesia hay que callejear por el zoco y se encuentra en un tramo estrecho acodado, la única pista es el cartel que aparece en la foto, porque la puerta del recinto no se diferencia en nada de las de las casas de alrededor. Justo enfrente hay una pastelería pequeña que fabrica delicias turcas. Hemos hecho la visita sin tener información previa del sitio y claro, hemos tenido que hacer algunas preguntas.


Se entra llamando a un timbre a través de un boquete de la puerta de madera, bueno, hay que esperar que venga el sacerdote que la abra para poder entrar a un patio de planta irregular al que se abre la capilla citada, una escalera y la entrada a la iglesia-catedral. Este hombre ha resultado ser el típico con barbas blancas rizadas y sotana costrosilla, voz suave y ademanes pausados.

Hemos empezado mal, porque lo primero que nos ha dicho es que había perdido la llave para entrar y que tenia que subir a buscarla. Nos hemos quedado esperando en la capilla, que es un espacio minúsculo (yo creo que unos 6 metros cuadrados como mucho) donde había una mesita cubierta por un paño y ahí se adivinaba la silueta del pedazo de llave (casi 20 cm.) que se suponía perdida. Así que he levantado el paño, he cogido la llave y he salido al patio para avisarle a gritos, porque andaba por arriba del edificio. Primer mosqueo del menda, se le ha visto en la cara. Para mí que eso de la pérdida es su excusa para no perder el tiempo con los turistas...


Ha abierto la puerta y hemos entrado al interior de la iglesia-catedral, que también nos ha parecido que tenía una planta muy rara y muros que no nos cuadraban... eso sí, un iconostásis con sus cortinas correspondientes cerradas y me he metido por ahí detrás a ver lo que hay en ese espacio tan secreto. Resulta que hay otro altar y, lo que me ha dejado muy sorprendida, un miharab mameluco. Así que he salido a preguntarle porqué estaba eso ahí. Nos ha explicado que lo compraron en un derribo. Pero tampoco le ha gustado mucho que preguntara, segundo mosqueo...

En la foto 2ª se ve muy bien como la bóveda de la nave tiene una inclinación rara respecto al muro lateral, así que le hemos preguntado porqué estaba construido así, ya que parecía haber más edificio al otro lado del muro. Esto le ha dejado flipando al hombre y nos ha contestado que efectivamente ese muro lo que hace es dividir la iglesia en dos partes, una para ellos, los griegos ortodoxos y la otra para los católicos melquitas (que está cerrada por obras ahora). Ahí ha sido el tercer mosqueo, porque se me ha ocurrido decirle que no comprendía tal división, si todos los cristianos adoran a la misma divinidad.

¡Ojú mi arma cómo se ha puesto...! Nos ha recomendado la lectura de un libro alemán sobre las distintas iglesias de Próximo Oriente y a la vez que nos decía Estos occidentales no tienen ni idea nos ha abierto la puerta y nos ha señalado el camino a la calle.

De modo que nos hemos ido a ver el Museo del Jabón, que está cerca pero ya lo cuento otro día si eso...