viernes, 27 de julio de 2012

Charcos en Madrid

Ayer me pilló la tormenta y el aguacero al otro extremo de Madrid, mientras intentaba hacer una revolución (bueno, una parte de ella). Lejos de mi zona habitual, tuve la suerte de encontrar un autobús que se cruzaba la ciudad de lado a lado y allá que me lancé a la parada. 

Tardaba mucho en venir el bus que me interesaba y la lluvia iba a más, el viruje en aumento y yo ahí esperando... Así que me subí al primero que pasó, con la intención de ir cambiando de línea hasta llegar a casa.

Todo este rollo viene a cuento para poder demostrar que me hice una jartá de rato en bus por Madrid, lloviendo a lo bestia como hizo ayer. Eso me permitió comprobar cómo se ha derrochado nuestro dinero en absurdas y MAL HECHAS obras, ya que durante todo el camino vi enormes charcos en TODOS Y CADA UNO de los pasos de cebra (con o sin semáforo), en TODAS Y CADA UNA de las paradas de autobús y en casi todos los cruces de calles por las que iba pasando.

Especialmente grandes fueron los andenes que hay en la plaza de Cibeles, en los que rápidamente el agua se embalsó y no sólo en la calzada, sino también en la acera. Muchas de las aceras de Madrid están incomprensiblemente mal niveladas, de modo que el agua, en vez de discurrir hacia los desagües, se queda formando enormes -y profundos- charcos que apenas se pueden sortear. Esta simple precaución, que ya tenían los romanos haciendo sus calzadas, parecen haberla olvidado los proyectos municipales madrileños actuales. 

No tengo fotos, ni las he encontrado por internet, pero estoy segura de que mucha gente ha reparado en esto, porque no hay calle ni barrio que se libre de los charcazos de marras.

Sobre todo es de traca como se ponen los pasos de peatones, que una vez que ya hemos conseguido que se hagan sin escalones, accesibles a sillas de ruedas, cochecitos de bebés y personal en general, pareciera que trajeran un regalo oculto en forma de "Sortea el charco, si puedes..."

 Más surrealistas son aún los charcos en las aceras, sin desagüe posible excepto la evaporación, que se forman porque la acera se ha solado de manera cóncava. Imposibles de sortear si la lluvia es fuerte.  Incluso pude ver cómo hay instalados desagües en las cotas más altas de algunas calles, que ya les vale, ya.

Imagino que los dirigentes municipales habrán estado muy ocupaos pensando en sus cosas, como qué asesores poner para llevarse crudo el dinero de los impuestos de los madrileños, en vez de pensar en estas tonterías que estoy comentando, como tener las calles correctamente soladas.

Bueno, y con esto y un bizcocho...




lunes, 16 de julio de 2012

Otra gran cagada

Para citar de entre una completa serie de ellas, vaya.

El Parque Arqueológico de Playa Fenicia, en Vélez-Málaga. Un millón de eurazos desperdiciados por no haber empezado las obras a tiempo.

Cruce de acusaciones entre PP-PSOE.

El préstamo, con cargo al Fondo para la Modernización de las Infraestructuras Turísticas (Fomit), fue concedido al Ayuntamiento en 2007 y su destino era la construcción de un centro de interpretación sobre los restos fenicios existentes en Vélez-Málaga y una actuación el tratamiento y restauración de dichos restos.

Pese a disponer de este dinero, el Consistorio no puso en marcha las obras y en mayo de 2011 venció el plazo límite para empezarlas, por lo que el Ministerio de Industria, Energía y Turismo inició el proceso para recuperar el dinero, pese a que el anterior equipo de gobierno local pidió una ampliación del mismo alegando problemas registrales en la parcela sobre la que se iba a trabajar, solicitud que fue desestimada por presentarse fuera de plazo.

El parque se iba a instalar junto a la desembocadura del río Vélez, lugar dónde están los yacimientos de núcleos urbanos fenicios de Toscanos, Alarcón y Cerro del Mar, además de las necrópolis de Jardín y del propio Cerro del Mar.

El conjunto de yacimientos, datados entre los siglos IX y IV a.C, hubieran puesto al alcance de todo el mundo un ejemplo para poder conocer la historia de la colonización fenicia en el extremo más occidental del Mediterráneo.



jueves, 12 de julio de 2012

¡A la calle! que ya es hora

De cuanto fue nos nutrimos,
 transformándonos crecemos
 y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.
 

¡A la calle! que ya es hora
 de pasearnos a cuerpo y mostrar que,
 pues vivimos, anunciamos algo nuevo.


Gabriel Celaya,  ESPAÑA EN MARCHA (De Cantos iberos, 1955)

miércoles, 11 de julio de 2012

Luces nocturnas

Todo empieza con la invitación a participar ayudando en las instalaciones deportivas de la Universidad Complutense: preparar las mesas, disponer alimentos y bebidas, zonas para descansar, etc. Sí, para los que han venido con sus luciérnagas a la cabeza, desde Asturias, Castilla-León y Aragón.

Mientras tanto, aparecen los picudos rectores de algunas Universidades madrileñas, bien trajeados, aseados y departiendo con los picudos organizadores del cotarro. Todos los rectores no estaban, faltaba uno que tiene centros asociados en algunas de las comarcas que van a ser castigadas por el recorte a la minería.


Algo más tarde de lo previsto, llegan al fin. Cansados, tostados por el sol, animosos, con una sonrisa para todos lo que ahí hacíamos pasillo al recibirles. Y ellas, cuatro mineras, también. Después, las familias y la gente de apoyo. Hay algún momento de tensión cuando la organización impide pasar a algunos de los que venían desde Aravaca caminando junto a ellos, sobre todo al colectivo de Bomberos Quemados. Más que nada porque el argumento fue que los mineros no querían que pasaran... Un cuento chino, como pudimos comprobar más tarde, según nos dijeron los aludidos.





Durante el tiempo de descanso la sensación era ambivalente. Por un lado, de participar en algo importante. Por otro, de invadir la intimidad de quienes merecían descansar tranquilamente. Pero esta gente es especial. Ni cansancio ni nada parecido.  Al contrario, hablan por los codos y cuentan sus anhelos, sus dificultades, sus ideas, sus pesares y sobre todo, su rabia.


En seguida de nuevo en marcha, hacia la Puerta del Sol. Ya con las luciérnagas encendidas. Es curioso como puede cambiar un panorama familiar, pero en otro contexto distinto. Esta vez eran los coches los atrapados por los caminantes. Esta vez no eran los importantes los amos de la calle que hacen parar a todo el mundo en sus quehaceres. Esta vez la gente de Madrid sí tiene un buen motivo para ocupar las calles. Y vaya si lo han hecho.



Dos horas para llegar desde la Glorieta del Cardenal Cisneros hasta Argüelles, casi cuatro para llegar a la Puerta del Sol.  Muchas personas. Las luciérnagas brillando y las gargantas al rojo.

 
Cantos de apoyo, gente por todas partes, mucha emoción y muchas ganas de decirle al mundo qué pasa en esos lugares llamados cuencas mineras. Gritos que iban desde el sí se puede, sí se puede, hasta ésta es nuestra selección, la próxima visita, será con dinamita, Madrid entero está con los mineros...  

Esta mañana el sol era el típico de julio madrileño, el calor en Colón igual. El metro lleno de personas animadas y animosas. El camino largo, pero no importaba. Algún emprendedor con un ingenioso carrito de compra, forrado de plástico y lleno de hielo y bebidas.


Mira Maruxiña, mira como vengo yo


 Y de repente, el caos. Sin mediar provocación, sin que a los que estaban en el estrado dando un mitin pareciera afectarles tampoco. Es curioso el efecto masa, cómo puede transmutar a un habitualmente indolente municipal en un ser casi patético, que gritaba que nos fuéramos a dar clase, muy crecido por la presencia oscura de los antidisturbios disparando a su lado. 

Cómo las personas mayores han resistido la carga, cómo unos estaban tomando su cerveza al lado de la carga. Como un yayo enrollaba cuidadosamente su bandera para que no se la estropearan, sin importarle si a él le caía un golpe o un pelotazo: