lunes, 22 de mayo de 2017

Museo de la Prehistoria libanesa

Pues hace unos días recibimos un correo electrónico avisando que, en el Amphithéâtre Pierre Aboukhater de la Facultad de Humanidades de la Universidad de St. Joseph (Faculté des lettres et des sciences humaines), una selección de músicos de la Orquesta Filarmónica Nacional Libanesa iban a tocar un repetorio de tangos argentinos y armenios. Esto nos dio mucha curiosidad y decidimos asistir, porqué además era gratis (lo cual se agradece mucho aquí). El concierto no estuvo mal y resolvimos el misterio de los tangos armenios: resulta que habían sido compuestos por uno de los músicos que actuaba, con tal origen. Llegamos a la conclusión que como los tangos originales, nada de nada.


El grupo que nos juntamos era variopinto y tras el concierto, convenimos en ir a tomar algo por los alrededores del teatro, donde hay bastantes sitios baratos para los estudiantes. No lejos de allí se encuentra el Museo Nacional del Líbano, que por la noche iluminan especialmente y resulta muy llamativo verlo. Una de las personas que venía no lo conocía, asi que mientras caminábamos, aflojamos el paso para poder explicarle algunos detalles del mismo. En el momento justo en que yo decía es muy buen museo, se paró a nuestro lado una señora estupenda, que también salía del concierto, quién en castellano perfecto con acento guiri nos dijo, afirmando: Es un museo bueno, ¿verdad? Nos la quedamos mirando con sorpresa e inmediatamente pegamos hebra, desde luego que si, muy bueno, etc. La mujer se presentó: Soy Anne Marie, la directora y celebro que les guste. Así, como de repente. Comentamos algunos detalles sin importancia del museo, como es el hecho de que no haya una biblioteca abierta al público, o al menos para estudiantes y profesionales. Nos explicó que sí la hay, pero que carecen de personal para poder manternerla y por lo tanto, sólo entra el personal en plantilla del museo.

Como de este Museo ya comenté un poco en una entrada, pues voy a contar algunas cosas de otro Museo, relacionado con la Universidad de Saint Joseph: el Museo de la Prehistoria Libanesa.


 Este museo, que es bastante más pequeño que el Nacional, abrió en el mes de junio del año 2000 y se autoconsidera uno de los más originales de todo Próximo Oriente, por estar dedicado exclusivamente a la Prehistoria regional. Es cierto, de todos los museos que he visitado por la zona, ninguno contiene sólo materiales prehistóricos. Pero tampoco he recorrido tantos como para convertir esto en un universal... Digamos de paso que hay museos con piezas que merecen la pena el viaje, como The Jordan Museum, donde pueden verse las inquietantes esculturas de Ain el Ghazal.

El Museo de la Prehistoria Libanesa se encuentra en el barrio de Monot-Achrafieh, en uno de los edificios de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Saint-Joseph de Beirut (USJ), jesuita, la más prestigiosa del contexto franco-libanés (lo mismo que la AUB es la más prestigiosa del contexto anglosajón-libanés). Su apertura se hizo coincidir con el 125 aniversario de la USJ, contando con la colaboración del Instituto Oriental de la Prehistoria (dependiente del CNRS francés) y el Museo del Louvre de París.


La exposición permanente del Museo presenta un recorrido por la Prehistoria general (Paleolítico, Neolítico y Edades de los Metales) haciendo mucho hincapié en los útiles, la caza en el Paleolítico, el entorno y la invención de la agricultura, usando en las vitrinas las piezas obtenidas en yacimientos libaneses por los padres jesuítas que estuvieron trabajando por aquí desde finales del siglo XIX.

Como la destrucción de los sitios ha sido brutal, pocas piezas nuevas hay, pero algunas son bastante interesantes, como algunos arpones epipaleolíticos o algún ajuar funerario neolítico recuperado in situ.




La posición geográfica del Líbano ha permitido localizar yacimientos con un millón de años de antigüedad, al estar en el cruce de caminos entre África, Asia y Europa. De hecho, tienen localizados unos 400 sitios prehistóricos. Lamentablemente, algunas de las regiones más ricas, como la de Arsal al pie de la cordillera del Antilíbano, son innacesibles actualmente debido a los combates que se libran en esa zona contra el DAESH. Incluso han llegado a desarrollar proyectos en Siria, en colaboración con la Universidad de Cantabria y el Instituto Milá i Fontanals del CSIC.

De modo que el Museo de la prehistoria libanesa es un sitio de los que hay que dedicar una mañana en Beirut, ya que es de los pocos lugares en los que se intenta conservar, estudiar y dar a conocer el pasado de esta tierra tan machacada.

jueves, 18 de mayo de 2017

Excursión al Chouf

Hace poco he vivido un día muy especial, lleno de aprendizajes y situaciones nuevas, a pesar de los casi dos años ya que llevo aquí.

Pronto va a empezar el Ramadán y tendremos vacaciones en el colegio donde cuido peques. Por ese motivo hace unos días organizaron una excursión a un merendero, el Jalsit Abou Michel, en el fondo de un valle de la región del Chouf.


Allá que nos fuimos en dos autobuses de los que son típicos aquí para este tipo de menesteres.

El punto de reunión fue el piso donde se desarrolla el trabajo social con las madres y ahí tuve el primer elemento de reflexión. La persona de la organización que estaba allí no me conocía, porque yo voy al colegio por las tardes y además, ella llevaba poco tiempo trabajando. Cuando le expliqué que iba a la excursión, inmediatamente me condujo a una de las habitaciones en la que había un grupo de mujeres que también eran desconocidas para mí. Hablaban árabe, pero su aspecto, su vestimenta y sus maneras se diferenciaban mucho de las habituales de las refugiadas con las que trabajo. Éstas andaban brujuleando por aquí y por allá, como suelen hacer, mientras que las otras no salían de esa habitación y sólo hablaban entre ellas. Estoy segura de me que colocaron con ellas porque la persona de la organización había dado por supuesto que yo era cristiana, ya que se suele dar por sentado que esta es tu condición como europea. A menudo se establece que ejjpañola = cristiana católica, ojo, precisión incluida. Citar la declaración de apostasía suele generar convulsiones, sea el contexto que sea.

Al poco tiempo de sentarme entre ellas se interesaron por mí, así que empezamos un parlez-vous en el que me contaron que también eran refugiadas, pero iraquís (de Mosul) y que habían llegado hacía poco en avión a Beirut: primera sorpresa, ya que las sirias suelen venir en coches por caminos lejos de la autopista de Damasco o directamente caminando por veredas que cruzan la Cordillera del Antilíbano, sólo con lo puesto. En cambio, a las iraquís se las veía vestidas con ropas buenas y enjoyadas de manera llamativa (ya sé, puede ser debido a la costumbre local de invertir en joyas de oro por si hay que salir corriendo poder llevarlas encima).

En eso estábamos cuando dieron aviso que habían llegado los autobuses y nos pusimos a bajar todos los archiperres de la excursión: shishas, unas cuantas botellas de 10 litros de agua, barreños enormes para preparar las toneladas de comida que también había, refrescos, un aparato de música, yo que sé qué más...

Y segunda sorpresa/elemento de reflexión: se produjo una suerte de selección natural de modo que las iraquíes se fueron para uno de los buses y las sirias para el otro. A mi me tocó finalmente ir con las iraquíes y algunas sirias, más parte del personal de la ONG y sus familias.

Partimos, con un conductor que en España ya llevaría jubilado 15 años, el cual ponía cintas de cassette a todo volumen, con gran regocijo general. Tanto, que algunas de ellas se arrancaron a bailar dentro del autobús, lo que resulta enormemente complicado porque el interior difiere ligeramente de lo que normalmente imaginamos, como puede verse en la imagen del bus de las sirias (las he borrado las caras por aquello de la privacidad):

 

Durante el viaje me contaron que la mayoría de ellas eran licenciadas en distintas universidades, que en Iraq estaban trabajando y cuidando de sus familias y que ahora intentaban recomponer un sus vidas, esperando el viaje a un lugar mejor, preferiblemente Suecia, donde muchas de ellas ya tenía parientes viviendo. También se apresuraron a explicarme que eran cristianas (obvio, por la cantidad de cruces de oro y medallas que llevaban) y, por supuesto, me preguntaron si yo lo era.

La primera tarea al llegar al merendero fue preparar toda la comida que habíamos llevado. A pesar de tratarse de una zona de alto interés ecológico, con las reservas de cedros no lejos de allí, se pueden encender barbacoas. Bien es cierto que dentro del recinto del merendero, pero no me dejó de asombrar esto. Así que se pusieron manos a la obra: a cortar lechugas y tomates para la fatush, a cortar perejil y cebolla para el tabule, a darles forma a las kibbe...

Ahí vino la segunda sorpresa/elemento de reflexión: al empezar a hacer la comida todas ellas se implicaron y empezaron a colaborar, a ayudarse y a intercambiar info de cómo se cocinan en sus lugares de origen esos mismos platos. Parecían hormiguitas, todas trabajando concienzudamente y aprendiendo las unas de las otras.


Yo intenté ayudar, pero entorpecía más que otra cosa, al no conocer muy bien el procedimiento, asi qué me dediqué a observarlas hasta que me aburrí. De modo que, acompañada por una de las niñas refugiadas y una quinceañera familiar de una persona de la ONG, me fui a dar una vuelta por los alrededores. Había huertas, un molino hidráulico bastante antiguo, zonas de frutales, chumberas, abejas... en fin, lo que suele haber en el campo. Es un lugar bonito y tranquilo, sin coches... ¡todo un lujo en este país!


En pleno paseo llamaron al móvil de la quinceañera y a la pobre se le cambió la cara según hablaba, pidió por favor regresar rápidamente al merendero y allí nos estaba esperando la madre, hecha una fiera con la chavala. Nos quedamos bastante planchadas porque no había motivos para tal bronca, pero quía, resulta que sí. 

Tercer elemento de reflexión: yo hice mal en no avisar a la madre de que nos dábamos un garbeo por ahí, pero nunca imaginé el motivo que le había causado tal ataque de nervios. No se trataba de la posibilidad de ser atropellada, ni la de perderse por las veredas, ni la de caerse al río, que eran justo los cuidados que yo estaba teniendo con ellas.

No, su miedo era que todo estaba lleno de sirios que podían asaltarla y agredirla (sic). ¡Toma ya! Sobre todo porque no vimos ni uno. La mujer se engoriló bastante, hasta hacer llorar a su hija y yo me sentí bastante mal, claro. Me costó casi un par de horas que aceptase mis disculpas y me quedé muy chafada el resto del día. Esto fue lo que más me sorprendió y me hizo reflexionar: las preocupaciones que tenemos en la cabeza acerca de nuestra prole según nuestras circunstancias.

Por lo que veo todos los días, sus cuidados son muy distintos a lo que yo he aprendido: no están tan pendientes de accidentes (de hecho, es muy frecuente que hagan brechas, rasguños considerables, que se rompan huesos porque juegan bastante salvajemente pero esto no parece preocuparles mucho). Incluso un bebito que se trajo una de ellas se quemó un pie al volcársele encima una taza de té hirviendo y la madre no hizo aspavientos, se lo tomó como una fatalidad. Intenté ayudar sacando el gel de una planta de aloe vera que había por allí, para lo cual tuve que pedir un cuchillo en el merendero, cortar las hojas y sacar el gel, maniobras que me supusieron ser blanco de muchas miradas muy extrañadas. Al intentar aplicarlo al crio la madre no me dejó, porque no sabía lo que era. Pero luego se les va la olla con asuntos como secuestros, asaltos y otro tipo de males que, desde luego, yo no tenía en la cabeza cuando nos fuimos a pasear en ese contexto.

Mientras tanto pasaba esto, sirias e iraquís habían terminado de cocinar (al final me aceptaron como pinche para terminar de cortar el tomate, en cuadraditos muy pequeños para rematar el tabule y se reían de lo despacio que iba) y preparamos las mesas. A alguien se le ocurrió que en vez de sentarnos en grupitos, hicieramos una mesa larga. Éste fue el resultado:


También se produjo una selección de los sitios según nacionalidades y a mi me tocó un punto frontera entre iraquís y sirias. Pero todas venían a traerme comida, porque se preguntan cómo es posible que no me duelan los huesos dada la escasa cantidad de carne que los cubre y me llaman hafifa (flaca). Su objetivo, además de hacerme engordar, fue que probase los platos según los habían preparado unas u otras. Debo decir que apenas noté diferencias, pero les hice saber que estaban buenísimos, porque esto era exactamente la verdad.

Tras la comida alguien sacó una darbuka y ahí sí que se produjo la fusión total. Casi todas ellas saben tocar. No son percusionistas profesionales, pero son capaces de sacar unos ritmos suficientes para proporcionar casi una hora de bailoteo y palmas.

De modo que fue un dia muy intenso, con muchas pequeñas vivencias en las que las diferencias culturales pesaron mucho.

Aquí están, en plena danza, libres y disfrutando de lo que ellas consideran un día bueno, fuera de las preocupaciones diarias que son muchas y graves: