lunes, 27 de julio de 2015

En dos días marchamos

Esto es la vorágine, en plenitud.

Repasar qué falta (muuuuuuuuuuuuuuucho) y qué sobra (también). Ayuda poca, porque hay quién todavía está ejerciendo mucha resistencia pasiva al cambio de vida. Bueno, a veces es una resistencia bastante activa, como la de no presentarse a un examen de francés, a ver si colaba y no conseguía uno de los certificados que le solicitan en su nuevo instituto... Afortunadamente no le valió de nada y ya tenemos el dichoso papelito. 

De repente todo lo que te rodea se te antoja imprescindible y a los cinco minutos inútil. Así no hay quien pueda hacer un equipaje decente, pero en ello estamos.

Despedidas, pues es un horror. Hay tantas personas a las que llamar y ver, a las que abrazar. Pero no tengo tiempo material para hacerlo. Y creo que tampoco quiero hacerlo, porque no es una cuestión definitiva esto de irse a Beirut. Al menos no quiero verlo así.

De modo que sigo con mis quehaceres, ¡que aún tengo un porrón de asuntos que dejar apañados!

miércoles, 15 de julio de 2015

Terrible aprobación del TTIP

Pese al amplio rechazo social y sindical, el pasado 8 de julio de 2015 el Parlamento Europeo aprobó, por 436 votos a favor, 241 en contra y 32 abstenciones, una resolución a favor de las negociaciones que EEUU y la UE están manteniendo, a espaldas de la ciudadanía, sobre el Tratado de Libre Comercio (TTIP), así como la reforma maquillada del mecanismo de resolución de controversias entre inversores y Estados, conocido como ISDS, que sigue permitiendo a las multinacionales llevar a los Estados ante un tribunal de arbitraje cada vez que apruebe una ley que amenace sus intereses privados, situando los derechos del capital y las empresas por encima del interés de trabajadores y ciudadanos.


domingo, 12 de julio de 2015

Trastorno de acumulación y síndrome de Diógenes

Yo pensaba que respecto a estos problemas andaba bastante lejana, pero ¡quía!

El camión de la mudanza llegó hace nada y llevo unos días enloquecida haciendo repaso de trastos, chirimbolos, mamotretos, chismes, cacharros, armatostes, cachivaches, bártulos y trebejos que deben partir, permanecer o reciclarse. Lo que se puede llegar a ocultar en inocentes bolsas al fondo del armario...

También es el momento elegido por infinidad de esos trastos, chirimbolos, mamotretos, chismes, cacharros, armatostes, cachivaches, bártulos y trebejos para estropearse. De modo que no me falta entretenimiento y un poco de emoción, ya que algunos no están reparados a tiempo de que el camión los recoja. Puede sonar ridículo, pero hay multitud de cosas de uso normal en la vida cotidiana que allí existen y pueden comprarse, claro, pero hasta cuatro veces más caras que aquí. Con lo cual, lo que suele hacerse es cargar con todas ellas para los primeros meses de estancia, hasta que aprendes dónde encontrarlas a precios razonables.

Luego salen las dudas, las eternas dudas:

Esto que lleva almacenado durante milenios, esperando el momento propicio de usarlo... ¿lo sigo guardando o sale a reciclaje...? 

Estoy optando por esto último y sinceramente, da mucho gusto. La parte buena es que te encuentras cosas que creías perdidas. Es una suerte de excavación en tu propia casa, a la que hay que aplicar método Harris para que dé buenos resultados. Menos mal que no he olvidado del todo el sistema.

La mudanza ultramarina tiene sus propios códigos para hacerla fácil:


  • No hay que poner nada en cajas ni en bolsas ni nada de eso. Hay que decidir qué no te llevas y qué sí te vas a llevar.
  • Poner una pegatina adhesiva de color chillón a lo que te vas a llevar. La mudanza lo recoge y lo embala según sus propias normas, para poder luego responder si hay roturas.
  • Hacer una lista de dónde están las cosas que se deben recoger: esto lo he aprendido a posteriori, es decir, que se me han quedado algunas en el tintero.
Y esperar que no sea demasiado caluroso el día elegido. Esto no pudo ser, me temo. La cuadrilla que vino por las cosas fue muy peculiar: un capataz de Toledo, un operario rumano y otro marroquí. Este último en pleno Ramadán, practicante. Quién diga que los creyentes no trabajan en Ramadán pueden irse callando la boca, porque este hombre curró como el primero, sin probar gota de agua (con unas toallas empapadas en agua fría intentamos paliar un poco las consecuencias) durante todo el tiempo que duró la recogida y luego el traslado al contenedor.

Las cosas salen de casa al almacén de la mudanza en un polígono industrial, allí se estiban en el contenedor que luego se carga en un camión. Llegan al puerto de Valencia y ahí se cargan en un barco, así, con los contenedores en cubierta. Cabe la posibilidad de que en un golpe de mar los tire por la borda...



El barco citado llega al puerto de Beirut y allí vuelven a subir el contenedor en un camión et voilà, otro montón de trastos, chirimbolos, mamotretos, chismes, cacharros, armatostes, cachivaches, bártulos y trebejos que tocará volver a colocar allí. Para no aburrirse ni un minuto, vaya.