Una de las pocas cosas buenas que tenía mi qaria Mayrit eran los árboles, se supone que la segunda ciudad del mundo en el número de ellos. Pero esto, que hacía del paseo por la villa un agradable rato, está desapareciendo a marchas forzadas. Nuestras autoridades-Atila están consiguiendo que Madrid se parezca cada vez más a las badias saharianas que tan lejos creíamos tener. No se puede pasear por Madrid, al menos cuando la temperatura sube de los 25 grados.
Algunas personas me han comentado que hay todo un plan al respecto: eliminar las zonas de sombra, los bancos para sentarse, las fuentes para beber y obligar a la gente a pasar, sin poder detenerse al no haber dónde hacerlo, impide reuniones imprevistas y en definitiva, que la gente pueda espontáneamente hablar y comunicarse.
También he leído algo sobre la abundancia de planificaciones de urbanismo llevadas a cabo por gentes escandinavas y anglosajonas, que no conocen nada de nuestras costumbres y menos aún de la calor que hace en esta latitud entre mayo y septiembre. Por lo tanto, a estas gentes que les resulta totalmente indiferente el concepto sombra, es natural que les salgan proyectos en los que la presencia de arbolado es una variable que ni imaginan.
Creo que con estas dos imágenes que he conseguido (una enviada por correo electrónico y otra tomada directamente de Google Earth, ambas convenientemente redimensionadas) es suficiente.
La Puerta del Sol y la Plaza de la Moncloa, aunque más bien debería decir el Dominio del Sol y la Plaza del Infierno. No hay ni un sólo árbol que cobije el paso de los viandantes ni sobre los bancos para esperar los autobuses que aún quedan en la superficie. El poco verde que se ve en Moncloa pertenece al edificio conocido aún como ministerio del aire y no se puede uno acercar a la escasa sombra que dan.
He marcado en rojo el trayecto que debe hacerse andando si se sale del intercambiador de Moncloa, que a determinadas horas, como las del centro del día, es insoportable. Por si fuera poco, el suelo abrasa y una se siente muy próxima a San Lorenzo en su parrilla, más que a ninguna otra cosa. Más de uno y de dos he visto ya con sombrillas, cual señoritas decimonónicas, porque el sol te come, literalmente. No descarto hacerme con una, la verdad...
Lo mismo sucede en la Puerta del Sol, salir por el engendro ese, el iglú de cristal patético, invernadero de usuarios del metro -¿nadie ha protestado por ello, por cierto?- es casi un acto de heroísmo, poco recomendable para personas con dificultades respiratorias. Atravesarla, toda una ordalía ya.
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