Parece que ya se han instalado definitivamente las temperaturas veraniegas en nuestra medina Madrid y son varias las pegas ello supone para los sufridos habitantes. Sinceramente considero que las más molestas están directamente vinculadas con el dichoso invento del aire acondicionado.
Reconociendo la utilidad del citado chisme en determinadas circunstancias, en general el invento me resulta más molesto que beneficioso, a saber:
- Cuando vas caminando por cualquier calle y recibes directamente sobre la cara el chorro de aire caliente de los aparatos que cada vez más a menudo se instalan tanto en ventanas particulares como en locales comerciales. ¡Oh sensación placentera...! Además de asqueroso (que huele fatal, ya lo habréis notado) sube la temperatura media de la calle una atrocidad y en más de una calle del barrio es preferible ir sorteando los coches de la calzada que caminar por la acera respirando ese aire infame.
- El ruido que general los aparatitos de marras, sobre todo cuando tienes un vecino insolidario que lo deja encendido toda la noche. Claro, los aparatos de dentro de la casa serán muy silenciosos, no lo niego, pero los que se instalan al exterior meten un ruido de narices para los pobres desgraciados que los tenemos instalados al lado de la ventana de la alcoba.
- La sensación sin parangón de estar en la calle a 38ºC, como hoy mismo, y subir a un autobús que -a pesar de la normativa- tiene el a/a a tal potencia que la temperatura del interior es de 17ºC. Puede valer también un vagón de metro, un taxi, el centro de trabajo o la tienda de patatas fritas. Además, los chorros de aire están dirigidos también sobre la cara normalmente, con el gusto que da eso, vaya. Debe ser un claro indicio de vejez, pero me molesta sobremanera esa brusquedad ambiental. Bueno, no, vejez no, porque hace ya la pila de años yo trabajaba en la biblioteca un museo en la que necesariamente debía tener una prenda de abrigo para poder resistir la jornada laboral sin llegar al punto de congelación en el que pretendían mantenernos todos los veranos.
Finalmente quería comentar el que para mí resulta más desagradable de todos, el aire acondicionado en las aulas de danza
Para mí (y creo que para todo el mundo que practica un ejercicio físico como la danza) una de las premisas fundamentales es calentar la musculatura bien para trabajar correctamente. Eso implica sudar, sin más. Y si no te gusta sudar, que es muy razonable, pues te quedas en casa tan ricamente o en una terraza al fresco o te vas a nadar.
Personalmente opino que hacer una clase con los aparatos de aire acondicionado funcionando no sirve para nada, lo mismo que estar haciendo ejercicio y que te caiga encima el chorro de aire frío: contractura al canto e incluso infección de riñón (verano pasado -mes de julio-, en una conocida escuela en la que no había manera de librarse de los aparatos infames te pusieras donde te pusieras).
De veras que no comprendo las demandas insistentes de aire acondicionado cuando estas trabajando y sudando a tope (que es lo que yo hago, vaya, para eso me gasto los dineros en las clases). No digamos ya la sensación de bicho raro que me entra cuando digo que yo prefiero que no se encienda, porque me hace mal. Yo creo que si pidiera un bocata de rabas para hacer la clase no les parecería tan extraño a las compañeras como cuando pido que se apaguen los cacharros del aire. Cosa que por cierto nunca sucede.
Durante los 5 años que llevo practicando sólo he encontrado una profesora que no aceptaba que en sus clases se encendiera el dichoso aparato, por la sencilla razón de que no es saludable. Las alumnas a veces protestaban mucho pero ella se mantenía firme y sólo permitía ventilación natural. ¡Bravo por ella!
Es una batalla que sé perdida de antemano, porque la premisa de partida de la mayoría es la que antes cité: ufff, qué caloooor, vamos a poner fresquito... y tal vez yo tenga una especial sensibilidad con el aire frío, que también sucede, pa'que mentir. Pero no me agrada en absoluto estar en la clase esquivando los chorros de aire polar, que positivamente me hacen daño.
Por eso este grito de inconformidad y si alguna vez encontráis a una tía rara que dice que no al aire, pues...
EDITO (21/06/2009): pongo la entrada de Laial Farah sobre este asunto, con algunas aportaciones muy interesantes, Sudar la gota gorda
Reconociendo la utilidad del citado chisme en determinadas circunstancias, en general el invento me resulta más molesto que beneficioso, a saber:
- Cuando vas caminando por cualquier calle y recibes directamente sobre la cara el chorro de aire caliente de los aparatos que cada vez más a menudo se instalan tanto en ventanas particulares como en locales comerciales. ¡Oh sensación placentera...! Además de asqueroso (que huele fatal, ya lo habréis notado) sube la temperatura media de la calle una atrocidad y en más de una calle del barrio es preferible ir sorteando los coches de la calzada que caminar por la acera respirando ese aire infame.
- El ruido que general los aparatitos de marras, sobre todo cuando tienes un vecino insolidario que lo deja encendido toda la noche. Claro, los aparatos de dentro de la casa serán muy silenciosos, no lo niego, pero los que se instalan al exterior meten un ruido de narices para los pobres desgraciados que los tenemos instalados al lado de la ventana de la alcoba.
- La sensación sin parangón de estar en la calle a 38ºC, como hoy mismo, y subir a un autobús que -a pesar de la normativa- tiene el a/a a tal potencia que la temperatura del interior es de 17ºC. Puede valer también un vagón de metro, un taxi, el centro de trabajo o la tienda de patatas fritas. Además, los chorros de aire están dirigidos también sobre la cara normalmente, con el gusto que da eso, vaya. Debe ser un claro indicio de vejez, pero me molesta sobremanera esa brusquedad ambiental. Bueno, no, vejez no, porque hace ya la pila de años yo trabajaba en la biblioteca un museo en la que necesariamente debía tener una prenda de abrigo para poder resistir la jornada laboral sin llegar al punto de congelación en el que pretendían mantenernos todos los veranos.
Finalmente quería comentar el que para mí resulta más desagradable de todos, el aire acondicionado en las aulas de danza
Yo no comprendo nada a las personas que acuden a clases de danza y su mayor preocupación es no pasar calor y no sudar.
Para mí (y creo que para todo el mundo que practica un ejercicio físico como la danza) una de las premisas fundamentales es calentar la musculatura bien para trabajar correctamente. Eso implica sudar, sin más. Y si no te gusta sudar, que es muy razonable, pues te quedas en casa tan ricamente o en una terraza al fresco o te vas a nadar.
Personalmente opino que hacer una clase con los aparatos de aire acondicionado funcionando no sirve para nada, lo mismo que estar haciendo ejercicio y que te caiga encima el chorro de aire frío: contractura al canto e incluso infección de riñón (verano pasado -mes de julio-, en una conocida escuela en la que no había manera de librarse de los aparatos infames te pusieras donde te pusieras).
De veras que no comprendo las demandas insistentes de aire acondicionado cuando estas trabajando y sudando a tope (que es lo que yo hago, vaya, para eso me gasto los dineros en las clases). No digamos ya la sensación de bicho raro que me entra cuando digo que yo prefiero que no se encienda, porque me hace mal. Yo creo que si pidiera un bocata de rabas para hacer la clase no les parecería tan extraño a las compañeras como cuando pido que se apaguen los cacharros del aire. Cosa que por cierto nunca sucede.
Durante los 5 años que llevo practicando sólo he encontrado una profesora que no aceptaba que en sus clases se encendiera el dichoso aparato, por la sencilla razón de que no es saludable. Las alumnas a veces protestaban mucho pero ella se mantenía firme y sólo permitía ventilación natural. ¡Bravo por ella!
Es una batalla que sé perdida de antemano, porque la premisa de partida de la mayoría es la que antes cité: ufff, qué caloooor, vamos a poner fresquito... y tal vez yo tenga una especial sensibilidad con el aire frío, que también sucede, pa'que mentir. Pero no me agrada en absoluto estar en la clase esquivando los chorros de aire polar, que positivamente me hacen daño.
Por eso este grito de inconformidad y si alguna vez encontráis a una tía rara que dice que no al aire, pues...
EDITO (21/06/2009): pongo la entrada de Laial Farah sobre este asunto, con algunas aportaciones muy interesantes, Sudar la gota gorda
Hola,
ResponderEliminarMe parece muy buena tu entrada.
Hace unas semanas redacté una entrada en mi blog hablando del calor y el sudor y me ha encantado este punto de vista del que no me había dado cuenta.
La verdad es que en mis clases no suele haber aire acondicionado.
Una solución para las muy acaloradas son los ventiladores.
El aire se mueve y la brisa de los ventiladores hace que el aire acondicionado sea tu propio cuerpo.
Qué hay más natural que eso??
Nunca los pongo hacia las chicas, sino hacia la pared para que rebote y mueva el aire de toda la sala.
La verdad es que funciona y almenos es más ecológico y natural.
Un saludo.
Gracias Laial, por tu comentario y por tu actitud en la clase. No había citado la parte ecológica del asunto, que es enormemente importante también y no se suele reparar en ella.
ResponderEliminarTe cuento una cosita en tu blog. Un beso