Terminamos año y década, empezamos el resto de nuestras vidas con una espada de Damocles sobre nuestras cabezas de la peor especie que podamos imaginar: el clima nos devuelve lo que le estamos dando.
Esta mañana escuché por la radio al naturalista Joaquín Araújo diciendo algo espeluznante: han muerto 7.000.000 de encinas en la península ibérica por causa de un hongo, la seca, que crece por causa de inviernos cálidos y húmedos. Mata sin piedad a las encinas, con lo que eso implica de desquilibrio medioambiental en todos los sentidos.
Esta mañana escuché por la radio al naturalista Joaquín Araújo diciendo algo espeluznante: han muerto 7.000.000 de encinas en la península ibérica por causa de un hongo, la seca, que crece por causa de inviernos cálidos y húmedos. Mata sin piedad a las encinas, con lo que eso implica de desquilibrio medioambiental en todos los sentidos.
Por otro lado, he estado buscando documentación sobre la imagen que a veces utilizo como avatar, el hom o árbol de la vida, motivo decorativo que surge en la Siria Omeya (siglo VII) y se expande por todo el imperio Islámico, especialmente en los palacios de Madinat al Zahra y de Madinat al Hamra.
El Corán, 14, 24-27 pone al hom como ejemplo del arbol bueno, de raices firmes y que da sus frutos en cada estación, por este motivo se utiliza como símbolo de un elemento benéfico. Me pregunto si a causa del cambio climático hasta los libros sagrados deberían reescribirse, porque me temo que, según el camino que llevamos, terminaremos todos rodeados de zaqqum o árboles secos, como esas encinas muertas...

Encina afectada por la seca