domingo, 14 de noviembre de 2010

Una clase con un gran maestro

Pues el otro día curioseando por Facebook vi un álbum de fotografías de Nesma, en el que había una imagen de ella asistiendo a clase de Ibrahim Akef, que realmente es espectacular por la situación que refleja.

Entre mis escasos conocimientos de danza oriental NO figuraba saber que Ibrahim Akef era hermano de Naima Akef (¡madre mía, mi diosa si yo fuera creyente!), parentesco que me explicó Shady Sultan, quien también me explicó una cuestión que me ha dejado un poco sorprendida: el conocimiento más profundo de la danza oriental se encuentra en los maestros masculinos y ellos son quiénes lo transmiten a las grandes divas del baile, ellas lo ejecutan y lo hacen público, es decir, lo sacan a la luz. De manera que se ocurre a mí que hay una especie de ying y yan en esto de la danza oriental, la dualidad maestro/bailarina sin la cual la danza no sería lo que es.

Tampoco sabía yo que probablemente Ibrahim Akef ha sido uno de los tipos más duros como maestro que una bailarina ha podido tener, algún comentario hay sobre las lágrimas que ha hecho derramar (buf, ahí no me van a pillar, ni de moco). Incluso ahora mismo, redactando esta entrada, he encontrado bibliografía científica sobre su persona, de la que doy la referencia, pero no he localizado la publicación a texto abierto en internet:

Henni-Chebra, Djamila: IBRAHIM AKEF, LE SEIGNEUR DE LA DANSE. Qantara: magazine des cultures arabe et méditerranéenne, ISSN 1148-2648, Nº 69, 2008, pag. 16.

Siguiendo con mi curiosidad, encontré este vídeo en el que se observa una clase magistral de este profesor con un buen puñao de alumnas:


En este vídeo precisamente se refleja cómo funcionan este tipo de clases, que era lo que quería yo comentar aquí. No quiero cuestionar la personalidad del maestro ni nada semejante, sino la propia estructura de estas macroclases que sirven para que puedas apuntar en el curriculum que has tenido de maestro/a a tal figura, pero en las que realmente, al menos menda, jamás he logrado aprender nada provechoso.

Obsérvese como el sistema es el habitual sígueme si puedes y como hay algunas personas que son capaces de repetir muy correctamente lo que el maestro va indicando, mientras que hay otro colectivo (en el que me incluyo desde el primer momento) que apenas da pie con bola.

Por la experiencia que voy teniendo, y dejando muy claro de antemano que no soy bailarina profesional y por lo tanto, no soy capaz de seguir una secuencia de pasos solamente a base de indicaciones verbales, estas clases magistrales no me sirven de mucho. Suelen estar atestadas de gente, tienes dificultades para ver lo que hace la eminencia y en el par de horas que suelen durar, pues ná, que no pillo ná. 

Me resultan mucho más útiles las clases más reducidas y repetidas con periodicidad prusiana, en las que se trabaja sistemáticamente tal o cual cuestión y vas domando tus huesos, tu musculatura y tu cerebro hasta conseguir hacer lo que te están enseñando.

Por eso, ver este vídeo lo que me provoca es una enorme sonrisa, no porque considere que Ibrahim Akef es un mal maestro ¡NOOOOOOO! sino porque me veo reflejada en esas alumnas que giran justo al contrario, que miran buscando ayuda a la avispada compañera que repite  los pasos exactamente como marca el maestro y porque, presumo, deben terminar el evento con la misma sensación frustrante con la que yo termino.

1 comentario:

  1. Fuentes muy autorizadas del Mashreq me informan que no necesariamente tiene que haber una relación de parentesco entre una bailarina y su maestro para que aquella lleve el mismo apellido, sino que es una práctica frecuente que la bailarina alumna tome el apellido del maestro, como muestra de respeto y deferencia con él.
    De este modo, hay ocasiones en que una y otro coinciden en el apellido, pero no son parientes necesariamente.
    Ea.

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Gracias por el apunte.