jueves, 17 de septiembre de 2015

Accidente en Mansourieh

Escribo Mansourieh porque es como sale en los buscadores, en el Google Maps y en todas partes, pero se dice Mansuriye (o algo parecido, con la æ un poco indefinida esa que no tenemos en castellano...)
 
Pues a lo que iba, esta mañana me he topado con el primer accidente gordo de tráfico desde que estoy aquí. Ha sido en el auténtico puerto de montaña que hay que subir para llegar hasta casa, con rampas que nada tienen que envidiar al Repechín asturiano. Dos todoterrenos, que son el vehículo que más abunda en esta tierra se han pegado un golpe frontal que los ha dejado hechos dos acordeones. Los airbags han saltado y afortunadamente no he visto a nadie herido, pero el estado de los coches hablaba por si mismo.
 
El caso es que la vía es ancha, pero como no están definidos los carriles, pues la gente se los inventa según circula. A veces se produce una situación que me recuerda a las películas del Oeste y creo que es lo que ha sucedido:
 
  1. Alguien sube y alguien baja, exactamente en la misma trayectoria.
  2. Se avisan con ráfagas de luz, pero nadie se aparta ni se frena la velocidad.
  3. Finalmente, quien tiene el vehículo menos potente se aparta (siempre que haya hueco, claro, porque suele suceder que tu lado hay más coches, camionetillas, motos, hormigoneras que van goteando o los camiones más grandes que haya visto jamás, cargados de pedruscos enormes y subiendo o bajando a su bola, incluso no suele faltar quien decide pararse a ver escaparates y pega un quiebro de 90 grados por las buenas)
 Al apurar tanto, pues ahí está, tortazo.
 
A ver, cuento esto no con ánimo etnocentrista, sino porque el tráfico es, por el momento, la pesadilla número 1 de esta desplazada. Llevo conduciendo desde 1984 y lo que estoy viendo aquí no me lo había encontrado hasta ahora en ningún sitio.
 
Es un hecho real que se conduce malamente; en todas partes hay avisos en árabe, francés e inglés sobre la necesidad de conducir con seguridad y prudencia. En las gasolineras, en las calles, hasta en algunas servilletas de papel y productos de aperitivo. De modo que se reconoce públicamente que es un asunto que debe mejorarse.
 
Incluso ayer desde las ventanas de casa pude ver cómo un grupo de gente se enzarzaba en una pelea llena de ira por culpa de un asunto de tráfico: un chulazo con un todoterreno le cerró el paso a un hombre que llevaba una furgonetilla de carga. No sé exactamente qué se dijeron, pero la cosa acabó con varios tipos intentado sujetarles porque se iban a sacar los ojos. Finalmente el chulazo se largó, atropellando con muy mala baba el sombrerito que el hombre de la furgoneta había perdido en la refiega.
 
Fue toda una lección de clasismo y a la vez de solidaridad, porque los que corrieron a mediar en la situación fueron varios refugiados sirios que suelen trabajar en las obras de la zona, cuya presencia suele ser ignorada por todo el mundo.

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