lunes, 17 de agosto de 2015

Venganza de Saladino

Beirut nos recibió bien, pero me tenía guardada una sorpresa en forma de venganza, no de Moctezuma, porque no procede, sino de Saladino, como muy bien definió un lenguaraz amigo en el feisbuk. Justo una semana tirada en reposo, a base de rehidratación y patata cocida con menta seca espolvoreada por encima, infusión de limón y comino (manosanto con los retortijones) y en pleno proceso de recuperación, aunque no está siendo fácil.
 
Imagino que adaptarse al agua, los alimentos y el día a día tienen estas consecuencias. Durante todo este tiempo que llevamos aquí ya, creo que me sigue pareciendo lo más chocante las siguientes cosas, que citaré sin ánimo de criticar, sino como manera de señalar las diferencias que esta menda, castellana del sur del uadī-ar-raml, encuentra entre su terruño y este en el que le ha tocado vivir:

1. El peculiar urbanismo de la ciudad, en parte condicionado por el terreno (madredelamorhermoso, qué cuestas más pindias hay aquí) y en parte por los terribles destrozos causados por los años de guerra que se sufrieron entre 1975 y 1990, más las propinas enviadas desde el sur. Toda la ciudad está atravesada por autopistas y calles que tienen medianas insalvables, pasos a distintas alturas y cortes que realizan distintas entidades (sobre todo el ejército), de modo que hacen bastante inútil al GPS, al CoPilot o lo que sea que pongas para orientarte. Lo más útil es aprenderse un camino y hala...

Una, que viene de crecer en un barrio con estructura reticulada, tiene dificultades para orientarse en esta ciudad de Beirut, que tampoco responde al modelo medina árabe. Es decir, que no hay tampoco una zona tipo casco antiguo de Toledo o Fes, por poner ejemplos concretos. Más bien parece que la ciudad ha ido creciendo a la mecagoendiez, según antojos y con escaso poder de las autoridades para instaurar planes urbanísticos.

2. La conducción, producto de una serie de factores, descritos por otro amigo del feisbuk, que hacen de la experiencia de llevar un coche por aquí todo un reto...

Aquí se valora más la costumbre que la norma reglamentada, escrita o normativa. Hay muchísima corrupción en la administración y se puede pagar por obtener el carnet, de hecho, no se ven coches autoescuela por las calles (en todo este tiempo he visto sólo uno, con una sola persona dentro).

La mayoría de los coches son automáticos o semiautomáticos, lo que permite menor control sobre la conducción y fomenta más el descuido. Si hay un semáforo en rojo y nadie está cruzando, lo suyo es saltarse el semáforo. Si hay un paso de cebra y mucho tráfico (lo habitual, vaya) los coches no paran y hay que echarle valor pa'cruzar, de coche en coche, lo mejor es pegarse a un paisano y cruzar a su verita. Todo el mundo considera que ésta es la manera normal de cruzar, con o sin paso de cebra. Cruzar allí es una lucha por hacerse valer o encontrar el momento adecuado, por ir avanzando de coche en coche en las pausas y esperar al siguiente, por encontrar un resquicio. Y nadie se extraña de ello. Es más, es frecuente encontrar gente andando por las autopistas, como si fuera el pasillo de su casa. No se suelen hacer los STOP e incluso se acelera, si no hay nadie pasando.

Se saltan las direcciones prohibidas y utilizan ráfagas de luces para avisarse y esperar su turno en caso de que venga alguien en dirección opuesta. También es frecuente ver como se hacen giros de 180 grados en plena autopista.

El tráfico en lugares transitados es como un magma que avanza lentamente.

Se utiliza de manera casi constante la bocina como manera de avisarse en caso de maniobra brusca o inesperada, como forma de reñirse, de meter presión, de avisar que quieres cambiar de sentido. Prácticamente para todo, con lo cual, al final no te enteras de nada, porque además es el sistema que tienen los taxis para avisarte de que están ahí.

Se gira en mitad del carril central de una autovía urbana o avenida sin pasarte al carril contiguo cortando el tráfico repentinamente al que viene a tu vera, simplemente utilizando el claxon, casi sin usar el intermitente. Si hay mucho tráfico y pocos carriles en una autovía urbana, en un túnel, en un atasco, la gente se reparte los carriles apretándose los vehículos unos más a otros, invadiendo parte del carril contiguo y formando "carriles nuevos", dejando espacios cortísimos entre coche y coche, despreciando las normas básicas de la Geometría y otras leyes de la Física.

A menudo viene a gran velocidad en una recta un coche o furgoneta en el carril contrario y pasa pegado a ti casi rozando a pocos centímetros. La gente lo ve normal y no se asusta ni se lleva las manos a la cabeza, como yo sí me las he llevado.

Las guaguas o microbuses (privados, sin recorridos conocidos) no tienen paradas, o si las tienen es como si no las tuvieran o no están señalizadas: van constantemente usando el claxon y parándose o reduciendo la velocidad al pasar junto a un grupo de personas o gente que está parada o paseando lentamente por la acera, para ver si alguien quiere montarse, y te ves al chófer mirando despacio y con cuidado por la ventana o puerta de su derecha, a veces incluso haciendo pequeñas pausas, pitando o esperando si ve que alguien viene con intención de montarse o dando la oportunidad de que alguien lo haga.

Es otra forma de vivir, de conducir y de entender la vida, de vivir las reglas o la normativa de tráfico, de manera mucho más flexible, menos reglamentada o normativa, rozando el límite entre lo legal y lo alegal o ilegal y estableciendo y funcionando en la práctica de acuerdo a su propio derecho consuetudinario, como ocurre en las culturas tradicionales y premodernas, pero en una sociedad mediterránea, abierta al comercio, antiguo centro financiero de Oriente Próximo hasta hace décadas, de raigambre cultural mitad árabe, mitad fenicia, mitad cristiano-siriaca y mitad griega, aunque lingüísticamente sea sólo árabe con el francés y el inglés como lenguas turísticas habladas por universitarios de cara al extranjero (o en el caso del francés, por personas mayores que vivieron la colonia).

Aun así es una sociedad infinitamente más cosmopolita, alternativa, permeable y culturalmente rica que la nuestra.

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